Chan era una lagartija nada aventurera. Lo sabía porque
cuando escuchaba las historias de sus abuelas lagartijas le entraba un miedo
atroz con solo pensar que tenía que salir por callejuelas de pueblos llenas de
muchos otros animales vecinos, al intenso sol, con muchos niños correteando…
No se sabe por qué,
pero Chan llegó con su familia de lagartijas a vivir a una zona de grandes
edificios, con pocos animales alrededor y con poco sol. Correteaba todos los
días por un jardín abandonado sin que nadie la molestara detrás de su alimento,
entre sus flores y con su madre así que vivía muy tranquila.
Un buen día, Chan
estaba caminando cerca del asfalto cuando no se enteró del ruido que hacía un
niño al correr y sintió como alguien la cogía.
- ¡Ahhhhh Dios mío! ¡Me
han atrapado! A mí, que vivo en la máxima tranquilidad.
El niño tenía a
Chan en su mano izquierda, la observaba y sonreía por el original hallazgo. En
la otra mano tenía una pequeña jaula.
- ¡Qué feliz soy!
-dijo en alto el niño mientras metía a Chan en la jaula-. Ya tengo una mascota
Chan gritaba para
sus adentros:
- ¿Dónde me lleva?
Pero si soy una lagartija. Cómo voy a ser su mascota.
No había podido
avisar a su mamá y se llevaría un disgusto.
El niño enseñó a
Chan a todos sus amigos del barrio y al día siguiente la metió en el maletero
del coche para llevársela de fin de semana a su casa del pueblo. Chan pensó que
nunca más estaría en libertad pero no fue así, nada más llegar a un pueblo
llmado Toldesilla sintió como le daba el aire en su rostro. ¡Por fin podría ser
libre!
El niño apoyó la
jaula en el suelo y abrió la pequeña compuerta. Chan estaba muerta de miedo,
para ella era como ir a la selva. El niño la sacó con sus pequeños dedos y Chan
correteo entre la tierra que nunca había conocido antes.
Por primera vez
sintió que tenía sus pequeñas patas muy ágiles, con el miedo que tenía y
resulta que era más fácil arrastrarse por la tierra. El niño jugaba mientras a
ponerle una carretera con piedras. Chan se divertía intentando esquivarlas. De repente
sintió que alguien la llamaba:
- Ey tú ¿Quién eres?
¿No te conozco?
Chan miró para la
derecha y vio a un pequeño insecto muy raro para ella.
- Soy Chan la
lagartija ¿Y tú?
- Soy Teo el
escarabajo.
El niño vio que
Chan se paraba con el escarabajo y los juntó a los dos en otra parte del mismo
jardín. Chan y Teo se hicieron amigos esa mañana y cuando el niño se fue y los
dejó solos. Chan disfrutó del intenso sol del que tanto le hablaban sus
familiares, de trepar por las rocas, de comer más variado que en la ciudad…
¡Qué divertido era el pueblo!
Pasaron varios días y Chan disfrutaba del entorno cuando por
segunda vez en tan poco tiempo sintió que lo volvían a atrapar. Intentaba mover
su cuerpo para percibir quien era esta vez y volvió a reconocer al niño al que
le tenía que estar agradecida. Otra vez la horrible jaula. El niño consiguió
volver a meter a Chan en el recipiente y llevárselo a la ciudad de nuevo.
Chan pensaba que al final si lo cambiaba de sitio se
volvería a quedar solo pero no fue así. El niño lo devolvió al mismo lugar
donde lo había cogido y Chan pudo encontrarse con su familia de lagartijas que
la habían echado de menos y disfrutaron mucho de las historias nuevas que Chan
contó.
Valores: valentía y superación.