No he visto nada más bello y dulce
que la risa beata
de un niño sufrido,
que perdona —tal
vez— pero no indulta
los juegos bélicos que el
mundo le brinda.
No puedo, señores, de verdad no puedo
reflejarme en esa mirada adulta y fija
de cristal herido, al que robaron su inocencia.
Cual espejo cansado de clamar esperanzas
al vacío brutal, que evoca los recuerdos
de mi falsa y breve infancia
(que al menos tuve a ratos).
Por favor, decidme: ¿Quién se atreve
a remendar el telón rasgado
de nuestra historia teatral empapada en sangre?
Os confieso que yo no puedo. De veras.
Y si los poderosos que hemos cebado no quieren,
nadie puede. Entonces…
que mueran todas ingenuas risas
de aquellos infantes que antaño fuimos.
Elén Kalintchenko Taller Creativo
No hay comentarios:
Publicar un comentario