Dulce sombra de mi vida,
¿cómo es que ya no me sigues?
¿Por qué estás tan indolente, echada
sobre esa blanca e inhóspita cama?
Anda, vámonos, sal conmigo
de esta casa que huele a miedo
y también a moribundo podrido,
al que la muerte le ha señalado
con su largo dedo ganchudo.
No te quedes inmóvil, sombra mía,
si jamás me habías fallado.
¿Cómo es que ya no me miras?
Soy la luz que tú replicabas,
arrastrando tu grisácea forma
tras zancadas mías y pasitos inciertos
de intentos, fracasos y glorias.
Venga, sígueme como siempre,
no puedes dejarme ahora,
porque nunca muere la sombra
antes de que muera su amo.
Elén
Kalintchenko Taller Creativo
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